sábado, 24 de noviembre de 2012

volar sin aire





Me falta el aire, aunque este ahí lleno de humo y metal caliente, lleno del inframundo que hay debajo del mundo, digo, en el subte me falta el aire. Cuando viaja débil la escalera desescalada la desde la superficie ver irse el cielo, las nueves, la lluvia, ver que ya no lo veo y ver un techo, carteles amarillos, la cima de un pozo que se extiende bajo Capital, como un tatuaje abstracto, me va ahogando el aire que no está y que me falta.
Todo enrededor lo más que nos rodea el aire pero que tanto me falta.
Una bocina que anuncia a ese perro inquiero que recorre el mundo por debajo, como un río debajo de un puente, y salto y me agarro de él como una pulga que quiere ganarse una aventura.
En las ventanas un paisaje negro
de cables, lágrimas que recorren las paredes,
ruidos de frutiloops y tecladitos raros,
beeps, aire soplado
que suena, silbidos de faunos
que se sienten amenazados ahí debajo,
usurpados.

Me falta el aire, aunque esté ahí.

Como un piojo en la cabeza de un pelado,
expuesto y frágil, sin aire.
hay piojos que viajan en avión,
y llegan quizás, a Palestina
y se sienten rarios,
sin aire, allá, que lo único libre es el aire.

Cada vez que más cierro los ojos veo
más el fondo negro que vamos dejando
atrás de la cola del perro que se mueve
quieta como todo el cuerpo.
Subte línea D, y yo me alejo más del cielo.

Entre pulgas nos miramos, como perros en un bote.
Somos eso. Unos tipos agarrados de un plástico
para no caernos. Leyendo. Cartelitos que nos ofrecen no tener miedo.
Y nos movemos como raíces debajo del suelo.
Hay una línea trazada que divide el andar del vuelo.
Lo que estamos debajo, no lo entiendo.

Volar sin aire.

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