Una tarde sepianaranjada
se van secando las que caen en el patio.
amontonadas por el viento,
empujadas por su dueño.
empujadas por su dueño.
Una una blancas anaranjadas amarronadas
parecen muertas, cuarenta dibujos ahí en
el piso.
El dueño las sopla, las ordena, y
apoltrona.
El movimiento, leeeeeeeeeeeeento.
Están vidas.
Las oemos crujir desde adentro.
Las oemos crujir desde adentro.
Están vividas.
En el centro, cada nervadura asotada por
el dueño.
El viento las refresca, el patio.
El dueño las cuenta: 38.
Sara y Lola, otra vez, se han escapado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario