miércoles, 3 de marzo de 2010

Un mujer se despierta sobre la cama. El colchón es blanco, la cama es blanca, la habitación es blanca, y todas las cosas que ve son blancas, menos su cuerpo desnudo que es color piel. Hay una puerta a cada lado de la cama. Una mesita de luz a los pies de la misma. La mujer baja. Nunca estuvo ahí y nunca sabrá como llegó.
Elige taparse con las sabanas para no tener que preocuparse por su desnudez.
Sale por la puerta que tiene más cerca.
Una cama igual, la mesa de luz, el color blanco. Atraviesa esa habitación, la puerta y otra habitación con la cama igual, la mesa igual, el color blanco.
Ya no sabe cuantas veces lo hizo ni si va hacia atrás o hacia delante.
En ningún cajón de las cientos de mesitas de luz hay comida. Tampoco agua.
La mujer se levanta de la cama. Ya no se cubre con las sabanas, su desnudez no la inquieta y prefiere morir en bolas.

La narradora de los hechos anteriores se despierta sobre su cama. El colchón es verde, la habitación es verde y todas las cosas que ve son verdes, menos su cuerpo desnudo que es blanco. Hay una puerta la izquierda y otra a la derecha de la cama y una mesita de luz delante de ella. Cree que está soñando atormentada por lo que escribió la noche anterior. Pasea su desnudez por los cuartos que son iguales entre sí y amargamente se da cuenta de que no es un sueño.
Indaga una solución: alterar el contenido de los cuartos llevando las cosas de unos a otros. Pero en vano. Solo su cuerpo y las sábanas traspasan el umbral del cuarto. Entonces llora. Ergo muere.

Yo me despierto sobre mi cama. El colchón es azul, la habitación azul y todo lo que veo es azul. Menos mi cuerpo desnudo que está quemado por el sol y blanco en el culo, en las tetas y los hombros.
Ahora veo las puertas; una en frente y otra detrás mío. En la mesa de luz hay un cuaderno y lo uso para escribir con tinta azul sobre hojas azules. El cuaderno no es el único, pero puedo pasar con él de un cuarto a otro.
La solución está en el cuaderno: yo me despierto en mi cama. El colchón es floreado, la sabana roja. Hay una luz, un celular, mi biblioteca. Voy hasta el baño, sepillo mis dientes. Desayuno. Todo es normal.

Todo sigue siendo azul. El cuaderno no sirve.
Un día llegué a abrir doscientas cuatro puertas otro, miles. Entiendo que debe haber una salida, una vez soñé con encontrar un minotauro.
Tengo tanta hambre.
Ya elegí, después de pensarlo mucho, mi último cuarto. Mi última habitación. Es azul, con una cama, una puerta a cada lado. Una mesa de luz azul. Acá voy a morir.

Una mujer se levanta con un libro en la mano. Su colchón es blanco…

7 comentarios:

  1. Es raro leerte, ya te lo dije,pero me gusta.


    Firma: yo,con R de Reina.

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  2. R de Ruiz, Don Gilberto Manhatan Ruiz
    minitro de ahorro postal

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  3. no sé si pasear desnuda por tu pasillo
    como quien le pide azucar a un vecino,
    o taparme pudorosamente y seguir despierta,
    para no robarte la sábana o hacer muecas.
    y así no descanso pero tampoco me quejo,
    y aunque me den el sueño
    prefiero esta duermevela,

    confundir nuestros zapatos en el suelo,
    con los cordones como abrazos disueltos.

    vaso de leche celeste, té para días nublados,
    te contaré un sueño mientras desayunamos.



    digo que me gustó mucho tu textillo, y perdón por contaminar tu deliciosa imaginación con Itoki Solitario y What What (in the butt).


    anonimana

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  4. genialmente aterrador...

    ahora voy a prestar mas atención, y tratar de dormirme con un cuaderno a mi lado...

    volvi...


    Celes

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  5. no sé si leíste a mario levrero, pero en un novelita suya, "el lugar", sucede ese mismo atravesar de habitaciones de una en una, y esa misma desesperación en un abrir y abrir de puertas.
    espero que mi comentario bibliófilo no sea demasiado disruptivo...

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